El Vuelo Del Estornino
Era mediodía en la llanura y el viento golpeaba la marea de hierba seca. El paisaje era invariante, sin más pausas que un monte lejano de eucaliptos y un espinillo solitario en una loma sin hierba. Al pie del árbol yacía un estornino, postrado entre dos raíces apenas suficientes para contenerlo. Había pasado casi un día desde que, en su vuelo con la bandada al atardecer, se desvaneció repentinamente y cayó, reaccionando justo para guiar su caída hacia el espinillo que, si bien evitó una caída directa, lo hirió en la cabeza y el lomo. Alrededor de una hora aleteó entre la tierra seca intentando levantar vuelo, asustado y colérico, pero solo alcanzó las raíces. Cuando finalmente le dio por mirar al cielo, la bandada ya no acariciaba la luz del poniente, y estaba anocheciendo. El ave no conocía el crepúsculo en silencio, acostumbrado desde siempre a la estridencia de la bandada que anidaba en los eucaliptos que formaban el monte a dos o tres kilómetros de donde ahora estaba. Allí los...